Los registros de la guerra

La operación se mantuvo desde el principio en secreto. Assange estaba convencido de que los gobiernos, especialmente el de EE.UU., estaban siguiéndole y dispuestos a usar sin escrúpulos todo tipo de estrategias de espionaje hasta obtener acceso a sus secretos. Assange entregó el primer grupo de documentos, informes de la guerra de Afganistán, el jueves 24 de junio, por medio de una página web específica en la que cargó los archivos; Davies disponía de la contraseña que Assange había garabateado en una servilleta. Una vez que Davies los descargó, la página desapareció. Assange insistió en actuar con medidas de máxima seguridad -contraseñas, encriptación, ninguna mención de los documentos en las llamadas telefónicas o mensajes de correo electrónico (que pudieran ser interceptados por organismos gubernamentales). La comunicación se realizaría a través de Skype (que permite llamadas telefónicas y de vídeo a través de Internet) usando cuentas con nombres ficticios.


Guardian newsroom

En The Guardian , Rusbridger reservó una habitación en el cuarto piso para el reducido equipo de periodistas y personal técnico designados para examinar los registros de la guerra de Afganistán (como se les llamaba). The New York Times envió al corresponsal de guerra Eric Schmitt y Der Spiegel a los periodistas John Goetz y Marcel Rosenbach para ver lo que había proporcionado Wikileaks. Cada publicación había recibido una copia. Los tres medios informativos encontraron una forma razonable de repartir el trabajo. Como recuerda Davies:

Cuando llegó el momento de elegir qué noticias y cómo escribirlas, funcionamos de forma independiente. Pero hubo una gran colaboración para ayudarnos unos a otros a examinar semejante cantidad de material.

Durante cuatro semanas y media, el grupo de The Guardian trabajó febrilmente para convertir el laberinto de los informes de campo cifrados en noticias inteligibles. El director de sistemas de The Guardian , Harold Frayman, diseñó una base de datos que posibilitó almacenar más de 92.000 entradas y efectuar búsquedas por palabra clave, nombre, fecha o una frase. Corresponsales como Declan Walsh, destinado en Islamabad, fueron requeridos sin ninguna explicación para trabajar en los registros. Expertos locales, como el editor de Oriente Medio Ian Black, estuvieron también en el equipo. Assange iba y venia a Estocolmo, aunque en julio se estableció en Londres durante varios días consecutivos, trasladándose en bicicleta entre las casas de Davies, Leigh y otros amigos.

Los medios informativos tenían tres preocupaciones predominantes. Una de ellas era logística, ¿cómo deberían publicar los informes afganos, de una vez o en varios días? La segunda era ética, ¿cómo redactar los informes del campo de batalla para proteger a los individuos? La tercera era legal, ¿tratarían los gobiernos, especialmente los de EE.UU. y Reino Unido, de detener por completo la publicación? Después de todo, el gobierno de EE.UU. debía saber por medio del soldado Manning qué había en los documentos.

Amenaza legal . La Ley de Secretos Oficiales de Reino Unido (enmendada en 1989) permitía procesar a aquellos periódicos o periodistas que publicasen información confidencial incluida la perteneciente a gobiernos extranjeros. Además la ley de privacidad de Reino Unido también era estricta, y los demandantes normalmente tenían éxito evitando la publicación de material que consideraban difamatorio o confidencial mediante la obtención de mandatos judiciales. “Tenemos que ser mucho más cuidadosos que los periodistas americanos, porque la ley es más severa", señalaba Davies. Con el fin de reducir el riesgo de un mandato judicial, el equipo decidió abandonar la idea original de publicar una secuencia de noticias (algunas a través de medios informativos, como Le Monde o Fox televisión), y en cambio publicar todas las noticias afganas de una sola vez.

La Ley de Espionaje de EE.UU. también tenía poder para lograr el efecto deseado y prohibir la divulgación no autorizada de material clasificado. The Guardian llegó a estar particularmente preocupado cuando The New York Times , como era su costumbre, el 21 de julio pidió a la Casa Blanca del presidente Barack Obama y al Pentágono comentarios sobre los informes de batalla afganos. ¿Podría el gobierno de EE.UU. tomar medidas preventivas? Como Rusbridger recuerda, los abogados externos de The Guardian le llamaron el sábado 24 de julio por la tarde para advertirle: “¿Lo estáis considerando? ¿Lo estáis viendo con la suficiente perspectiva? Se trata de algo que podría tener consecuencias realmente importantes [12] ”. Advirtieron que no se podía descartar que Rusbridger pudiera ser extraditado a los EE.UU. o le negaran la visa. Por otro lado, había cierta protección en el hecho de que otros periódicos -por no hablar de Wikileaks- tuviesen la misma información.

Para inmenso alivio de todos, la publicación salió sin problemas. El domingo, 25 de julio a las 22:00 GMT, los tres medios informativos publicaron por separado sus relatos sobre los registros de la guerra de Afganistán. Los gobiernos no hicieron ningún esfuerzo para evitarlo. La Administración de Obama, al menos de momento, parecía más interesada en trabajar con los medios para limitar el daño que en juicios o requerimientos judiciales.

The Guardian publicó 14 páginas de noticias. Optó por centrarse en las muertes de civiles, en particular en un grupo de operaciones especiales llamado Task Force 373, que tenía como objetivo a los talibanes. The New York Times prestó más atención a la ayuda de Pakistán a los talibanes. Los cables pertinentes -redactados- acompañaban cada artículo. Assange, por el contrario, publicó simultáneamente todo menos 15.000 “informes de amenazas” (que consideraba más delicados) en la pagina web de Wikileaks. Muchos criticaron a Assange por irresponsable. El almirante Mike Mullen, Jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., fue contundente: “el señor Assange puede decir lo que quiera sobre el gran bien que él y su fuente piensan que están haciendo, pero la verdad es que ya puede tener en sus manos la sangre de algún joven soldado o la de una familia afgana” [13] . Un portavoz talibán dijo que sus compañeros estaban estudiando los archivos para identificar a las personas: “Si son espías estadounidenses, entonces sabremos cómo castigarlos” [14] .

Mientras los documentos estaban de momento sin incidentes en el ámbito público, su publicación provocó la primera ruptura entre Assange y sus socios de los medios de comunicación. Un día antes de la publicación del domingo, Davies se enteró de que el viernes Assange había dado los registros de la guerra de Afganistán y un resumen de las noticias que The Guardian planeaba publicar a Channel 4 (una televisión pública nacional británica), Al Jazeera y CNN. Además el sábado, Assange había grabado una entrevista para Channel 4.

Desde la perspectiva de Davies, este descaro rompía el acuerdo que Assange había cerrado con The Guardian en junio. Incluso hacía burla a los intentos generales para preservar el secreto y amenazaba la exclusividad que Assange había prometido a The Guardian y a sus dos socios. "Julian había entendido que los medios informativos no asignarían recursos a menos que tuviesen la garantía de que iban a ser los primeros en publicar", afirma Davies. “Lo que sucedió entonces fue que paso a paso, él procedió a romper los acuerdos". Y añade:

Habíamos llegado a conocer a Julian bien, nos gustaba y confiábamos en él. Sólo a nivel personal era bastante impresionante lo que había hecho... Él pensaba que tenía ese poder sobre nosotros, y que tenía tanta información espectacular y jugosa, que no importaba mucho cuánto engañaba, si era deshonesto, o cuántos acuerdos rompía.

Listen to Davies describe the Guardian ’s initial relationship with Assange.

Asignaron a Davies otro trabajo absorbente e inmediato, y decidió retirarse del proyecto Wikileaks para mostrar su desaprobación. Nunca volvió a hablar con Assange. Davies quiso enviarle un mensaje: “No. No somos tus siervos. No estamos aquí para que las fuentes de información abusen de nosotros. Nosotros somos periodistas. No vamos a movernos siguiendo la cola del perro”. El episodio cambió además la actitud de Leigh. A partir de ahora, se podría suponer que “estabamos tratando con una persona indigna de confianza".

Por su parte, Assange estaba furioso con The New York Times , porque a diferencia de las otras dos publicaciones, optó por no vincular directamente a Wikileaks en su versión online de las noticias sobre los registros de la guerra de Afganistán. El editor Keller explicó que lo hizo para preservar la credibilidad y la independencia del Times . Assange no estaba convencido.


[12] La autora entrevistó a Alan Rusbridger en Londres, el 8 de marzo de 2011. Todas las citas posteriores de Davies, a menos que se indique, pertenecen a esta entrevista.

[13] CNN.com, 29 de julio de 2010.

[14] Robert Winnett, “Wikileaks Afghanistan: Taliban ‘hunting down informants’”, Telegraph , 30 julio, 2010. En: http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/asia/afghanistan/7917955/Wikileaks-Afghanistan-Taliban-hunting- down-informants.html