El Peso del Gobierno


Guardian building

The Guardian no se inclinaba a pedir comentarios antes de publicar. Tal acción habría desencadenado mandatos judiciales en virtud de las Ley de Secretos Oficiales alegando que el periódico estaba en posesión ilegal de documentos confidenciales. "Nuestro instinto, que procede de la tradición europea, hubiera sido no hacerlo", señala Rusbridger. Sin embargo, The New York Times tenía una visión diferente y, el 19 de noviembre, hizo un primer acercamiento a la Casa Blanca para hacerle saber qué cables planeaba divulgar. "Cuando Bill [Keller] dijo que ibamos a salir con una semana de antelación, todos estábamos muy inquietos", recuerda Rusbridger, en parte por temor a un mandato judicial.

Pienso que todos los socios europeos estaban preocupados. Y creo que, dejados a nuestros propios recursos, no habríamos hecho lo que Bill [Keller] hizo... Fue una situación difícil en la que se sintió obligado a obtener algún tipo de reacción. Pero cuanto más tiempo se les daba, más tiempo tenían para obtener una orden judicial contra nosotros.

Además, señala Katz, The Guardian era perfectamente consciente de que "a menudo, las instituciones y los gobiernos visten en términos de seguridad aquellos asuntos que sencillamente son embarazosos o políticamente inconvenientes".

El Times transmitió los comentarios de la Casa Blanca a The Guardian , una disposición complicada, ya que no estaba claro si el Times representaba a sus socios, y si era un procedimiento de aprobación formal o informal [30] . Así que el viernes 26 de noviembre, la Casa Blanca organizó una conferencia telefónica con Rusbridger, el director adjunto Katz y P.J. Crowley -subsecretario de Estado de EE.UU-, representantes de Defensa, de los servicios de inteligencia y del Consejo Nacional de Seguridad. Para que los editores británicos no replicaran, Crowley declaró "desde nuestra perspectiva, estos documentos son robados".

Crowley solicitó a Rusbridger los números de los cables que el periódico tenía intención de utilizar, sin embargo Rusbridger no accedió a dárselos. En cambio le dio a conocer el plan de publicación previsto por The Guardian : día 1, Irán; día 2, Corea del Norte; día 3, Pakistán. Muy pronto Crowley, preocupado porque el gobierno estaba dando más información de la que estaba recibiendo, terminó la llamada. Al parecer, según recuerda Leigh, editor de investigación, "no iban a venir después de nosotros. En cambio, iban a comprometerse con nosotros". Justo antes de publicar, relata Rusbridger, The Guardian también recibió del gobierno británico "una especie de mensaje privado del número 10 [Downing Street] diciendo, no se preocupen, no vamos a demandarles”.

Para la fecha de publicación prevista, 28 de noviembre, The Guardian tenía más de 160 artículos preparados para salir y más en producción. Sin embargo, la víspera de la publicación Rusbridger, su director, se encontró preguntándose si el periódico había tomado la decisión correcta.


[30] Del mismo modo Der Spiegel fue objeto de su justa cuota de presión; el embajador de EE.UU. llamó a su director Mascolo para advertirle contra la publicación de los cables. El gobierno también pidió a Wikileaks no publicar y devolver todos los archivos. Assange de hecho se ofreció a examinar las objeciones de EE.UU. y afirmó que Wikileaks no tenía ningún deseo de poner a nadie en peligro.