Precaución y preocupación

No era la primera vez que Rusbridger estaba preocupado por la publicación de los cables. A principios de octubre, después de que Leigh hubiese entregado el alijo y otros periodistas de The Guardian hubiesen empezado a examinarlos, el director había tenido serias dudas: "por un momento miró hacia atrás y pensó, en realidad, ¿deberíamos estar haciendo esto?... [A veces] te metes en una especie de burbuja que te arrastra". Tal vez The Guardian había ido demasiado rápido al descartar la preocupación del gobierno. Después de todo, en 2004 The New York Times , a petición de la Administración Bush, había retrasado un año la publicación de una noticia de espionaje doméstico [31] . En ese caso, el Times había encontrado convincentes los argumentos de la Administración invocando la seguridad nacional.

Rusbridger estaba lo suficientemente preocupado como para llamar a Simon Jenkins, antiguo director del Evening Standard , para que dedicase una hora a la lectura de los cables y diera su opinión. "Fue un test de realidad ", recuerda Rusbridger. Así lo explica:

[La filtración] era justo una violación asombrosa del secreto, la confianza, la seguridad. Conocíamos todos los argumentos que podrían esgrimirse: han puesto en peligro a la gente. Ustedes han hecho la diplomacia imposible... Normalmente dentro de un periódico, se puede contar con la opinión de tus colegas. Pero debido a que esto estaba sucediendo dentro de un hermético y pequeño entorno de operaciones, yo quería contar con un par de ojos extra, para decir simplemente "Oh, Dios mío, estás loco, ¿qué estás pensando?" o “Está bien".

De inmediato Jenkins estuvo leyendo durante varias horas. Si bien entendió las dudas de Rusbridger, Jenkins opinaba que The Guardian no tenía otra elección que la de publicar los documentos. Pero ahora estábamos en noviembre y Rusbridger se encontró cuestionándose de nuevo la misma premisa de la publicación de documentos clasificados del gobierno de EE.UU. Había ensayado con Katz y otros que diría si, por ejemplo, estallaba una bomba en un vuelo a Nueva York y el jefe de la unidad antiterrorista de Londres culpaba a The Guardian . "De hecho hicimos este ejercicio con unas cuentas cosas", afirma Katz [32] . Pero estos ensayos parecían más bien inadecuados.

El asunto se puso en primer plano cuando el viernes 26 de noviembre Rusbridger recibió un correo electrónico de un respetado colega. Los registros de la guerra, sostenía el colega, "apoyan ampliamente nuestra opinión sobre lo mal que han ido las guerras en Irak y Afganistán". Con los cables, advirtió, "podríamos estar haciendo algo cualitativamente diferente". Y proseguía:

La política exterior será, durante los próximos dos años, uno de los campos de actuación del seriamente debilitado pero todavía liberal EE.UU. que el presidente ha dejado, sin sucumbir al veto republicano. Pero tampoco él es inmune a la opinión republicana. Nosotros como periódico hemos sostenido que EE.UU. no debería bombardear Irán o permitir que Israel lo haga. Si publicamos la noticia diciendo que EE.UU. ha animado a bombardear Irán a un cercano y poderoso vecino regional, ¿quien daría la bienvenida a la noticia?, ¿quién se beneficiaría de ella?

La publicación también podría amenazar, argumentaba el correo electrónico, la oportunidad del presidente Obama de llevar al Congreso el tratado de control de armas START. Si los cables revelaban con claridad el punto de vista de los diplomáticos estadounidenses sobre el presidente ruso Vladimir Putin, ¿se pondría en peligro el acuerdo de armas? El autor decía:

Si START falla, otros dos tratados con Rusia fracasarán, la palabra del presidente no será vinculante, Rusia podría fácilmente comenzar a enviar misiles de defensa aérea S300 a Irán... Ninguno de estos escenarios es poco realista. ¿Estamos sirviendo a nuestros intereses al publicar material que debilita al presidente, cuando pensamos que está tratando de hacer lo correcto?

Por último, concluía el autor, "somos un periódico no una unidad de propaganda".

Otros publicarán el mismo material si nosotros desistimos. Nuestro deber es poner estas noticias en su contexto, y ese contexto se rige tanto por nuestros valores liberales, como por nuestro análisis periodístico. Escribo ignorando por completo qué será publicado y no quiero interferir. Sólo me pregunto si no estamos tomando posición, si estamos sirviendo a la oposición y socavando nuestro propia postura en muchos de los temas que nos importan.

Rusbridger sabía que a estas alturas no podía detener el proceso de publicación. Cualesquiera que fuesen sus reparos, los socios de The Guardian no dudarían en seguir adelante. Sin embargo, el correo electrónico le sacudió ya que reflejaba de cerca sus propias dudas de octubre. Si los lectores y simpatizantes de The Guardian encontraban las decisiones editoriales del periódico equivocadas o incorrectas ¿cómo iba a responder? ¿Qué pasaba si alguien moría? ¿Habían estado The Guardian y sus socios controlando el proceso o les había manipulado Assange?


[31] En 2002, el presidente George W. Bush autorizó a la Agencia de Seguridad Nacional para espiar dentro de los EE.UU. sin una orden judicial aprobada por un tribunal. Ver: http://www.nytimes.com/2005/12/16/politics/16program.html

[32] La autora entrevistó a Ian Katz en Londres el 8 de marzo de 2011. Todas las citas posteriores de Katz, salvo que se indique, son de esta entrevista.