Rezendes recibe una pista


Obispo D'Arcy carta al Cardenal Law
Cortesía Boston Globe

A principios de noviembre, la jueza Sweeney tomó una decisión sobre la solicitud del Globe de ver los documentos que habían desaparecido del expediente. La jueza ordenó a que Garabedian los repusiera. Finalmente, Rezendes podía ver los documentos que Garabedian había descrito como “potencialmente explosivos”. Fuller, el abogado del Globe , aseguró copias de los documentos, los copió y envió a Rezendes por servicio de mensajería. En su escritorio, un ansioso Rezendes abrió el sobre.

Los contenidos constituían pruebas irrefutables. Lo más significativo era una carta del Obispo John D’Arcy al Cardenal Law, escrita en 1984 después de que Law trasladara a Geoghan. D’Arcy objetó la decisión de Law, citando el “historial de involucramiento homosexual con jóvenes” de Geoghan. Esta advertencia de diciembre de 1984 de parte de uno de sus principales lugartenientes era distinta a la advertencia que Law admitió haber recibido de fuentes anónimas en septiembre de 1984. La carta de D’Arcy significaba que alguien de alto nivel en la arquidiócesis había aceptado como un hecho la pedofilia de Geoghan. La importancia de la carta, dice Rezendes, era clara: Law sabía. Él sabía que Geoghan era un pedófilo en serie cuando lo trasladó a la parroquia St. Julia en Weston, donde se le puso a cargo de los monaguillos. Rezendes agrega:

Esta era una carta básicamente de uno de sus principales lugartenientes diciendo que Geoghan era un gran problema. Así me demostró que Geoghan no era alguien que había pasado desapercibido. El destino de Geoghan y sus hazañas en realidad eran discutidos y debatidos en los más altos niveles de la arquidiócesis.

Los documentos repuestos por Garabedian también incluían un extracto de una declaración de Joanne Mueller, una madre soltera de cuatro niños en Melrose, un pueblo al norte de Boston. Aunque en la época Geoghan estaba designado en Hingham, en South Shore, se había hecho amigo de Mueller. Él le daba consejos espirituales y cuidaba a sus hijos, que tenían entre cinco y 12 años. Regularmente los llevaba a tomar helado y los acostaba de noche. Una noche el tercer hijo se acercó a su madre y le insistió que ella lo protegiera de Geoghan. “No quiero que me haga eso a mi pi-pi,” le dijo, según su testimonio. Ella reunió a todos los niños y entonces descubrió que Geoghan los estaba violando oral y analmente.

Ella acudió inmediatamente al sacerdote local y le contó lo que había sucedido. El padre Paul E. Miceli, quien conocía a Geoghan y a la familia de Mueller, le dijo que Geoghan “nunca más sería un sacerdote”. También le aconsejó no contarle a nadie más lo que había sucedido. “No pienses en ello,” le dijo. “No sucederá nunca más.”

Había un tercer documento importante: una carta enviada por la tía de unas víctimas al predecesor de Law, el Cardenal Medeiros. Cuando fue destinado a Jamaica Plain de 1974 a 1980, Geoghan había abusado de siete niños al cuidado de Maryetta Dussourd. Tres de los niños eran de ella y los otros cuatro eran de su sobrina. Dussourd descubrió lo que había sucedido luego de que los niños se lo confiaran a su hermana, Margaret Gallant. Dussourd reclamó ante el pastor de una parroquia local, el padre John E. Thomas, y Geoghan fue puesto con “licencia médica”. Pero un año más tarde, en 1981, Geoghan reapareció en la iglesia St. Brendan, en Dorchester. Gallant le escribió a Medeiros para objetarlo. "Me da vergüenza de que la iglesia sea tan negligente,” escribió. “Independientemente de lo que él diga o lo que diga el médico que lo trató, no creo que esté curado; sus acciones sugieren fuertemente que no lo está, y no existen garantías de que personas con estas obsesiones puedan curarse alguna vez.”

La existencia de cualquiera de estos tres documentos, especialmente la carta del Obispo D’Arcy, ya era una gran historia. Juntos, eran una bomba. ¿Pero qué debía hacer el Globe con ellos?